lunes, 1 de junio de 2009

Eleanor Grace

Bien bien no sabia donde iba, llevaba lo más importante, el regalito entre las manos. El tren hacia un ruido especial para ella, pues le calmaba. Cogía fuerte el regalito y miraba por la ventana, Gretel la miraba con dulzura. Eleanor vestía un vestido marrón y lazo rojo, llevaba un sombrero también marrón, con cinta blanca doblada y un lazo rojo.
-Estás nerviosa?- Preguntó Gretel con cierto encanto en su mirada. Eleanor respiró hondo.
-No.
-Cuando lleguemos debes ser educada, una niña como tu debe saber tener modales, aunque sea tu abuela.
-Sí, lo sé tía Gretel.-Contestó la pequeña.
A Eleanor le gustaba mucho ese color del atardecer, el sol yacía sobre los prados, sembrándolo todo de un naranja muy especial. Se miraba las manitas blancas, pero no dejaba el regalito, su cabello rubio caía hasta los hombros, el sombrero tapaba sus ojos azules brillantes.
-Como es ella?-Preguntó con una voz nerviosa, tras mucho rato sin haber dicho nada.
-Es como tu.- Respondió Gretel.
-Pero yo soy una niña, ella debe ser vieja.-Gretel sonrió.
-Sí, me refería al carácter, Eleanor, en eso os parecéis mucho.
El viaje fue largo, pero por fin llegaron. Eleanor se puso en pie y paciente esperó a que abrieran aquella pequeña puerta para salir, sola se agarró a la barandilla, puso el pie en la escalera y con el regalito envuelto con el brazo dio un gracioso salto bajando al andén.
-Espérame Eleanor- Decía Gretel.
-Quién nos viene a buscar?- Preguntó ella.
-Pues debe ser aquel hombre de allí.-Era un hombre alto, con barba gris, de unos 60 años, delgado, trajeado y muy simpático. Las subió cuidadosamente al carruaje. Eleanor seguía callada mirando el paisaje. La mañana había llegado con la parada del tren en el andén y todo era niebla en el camino.
-No tengas miedo- Dijo Gretel al ver que Eleanor se refugiaba en sus brazos.
-No tengo miedo, estoy nerviosa.-Contestó seria la pequeña.
-Tranquila, tiene muchas ganas de verte.-Eleanor entonces sonrió, hacía ya mucho rato que no había sonreído, para Gretel fue muy gratificante. El camnio se adentraba en el bosque, una vez pasado el sendero se extendía por un hermoso prado y allí insmensamente grande estaba la casa de la abuela Silver.
-Mira tía Gretel ya hemos llegado!-Exclamó entusiasmada Eleanor.
-Sí pequeña, ahí está.
-Vamos que les ayudaré a bajar- Decía Parker, el chofer. Eleanor corrió hacia la entrada.
-Eleanor detente!-Gritó Gretel- Debes esperar, ven aquí... así es. Mira Eleanor; debes tratarla de usted, ser una niña educada, con modales, de acuerdo? Recuerda como te criaron en el internado de Ramstein.
-Solo estube un año tía Gretel.
-Lo sé, pero lo recuerdas verdad?
-Sí...
-Pues así te debes comportar, yo picaré a la puerta.
Eleanor nerviosa y de la mano de Gretel miraba a ver qué figura aparecería por la puerta, como sería su abuela. El picaporte sonó por toda la mansión, y la gran puerta al fin se abrió. Era una figura pequeñita, asustadiza e insegura, vestía con un delantal y una graciosa cofia en la cabeza.
-Buenos días, la señora las espera en la sala grande.- A Eleanor casi se le escapa la risa al ver que en un primer momento había confundido a su abuela con una criada primeriza. Entró seria, miraba aquel recibidor con asombro, era casi tan grande como el del internado. Recorrieron un largo pasillo con grandes ventanales, sus zapatitos de charol resonaban por todo el pasillo, a parte de los tacones de Gretel. Guiadas por Melinda, la criada, llegaron a una puerta blanca muy grande también.
-La señora Charlotte está aquí, deben esperar un momento.-Educada la criada picó a la puerta, tímida, sin fuerza. Des de dentro una voz sonó fuertemente:
-Melinda pica con más fuerza si quieres seguir trabajando aquí, y no hagas más espectáculo, dejales entrar ya.
-Sí señora- dijo ella un poco más enérgica.-Melinda abrió la puerta y Eleanor sin poder contener la emoción corrió hacia su abuela, en aquel momento Gretel gritó:
-Eleanor ven aquí inmediatamente, que no recuerdas lo que te he dicho?
-Vamos Gretel, no seas tan estirada como siempre, deja a la criatura, ahora ya está conmigo.-Dijo estridente Charlotte.
-Tu eres mi abuelita?-Preguntó sollozando Eleanor, Charlotte abandonó su pose tiránica y se agachó dulzemente.
-Sí Eleanor, yo soy tu abuela y tenía muchisimas ganas de conocerte.
-Yo también.-Se abrazaron muy fuerte.
-Melinda enséñale a Eleanor Grace su habitación, ahora mismo estaré contigo pequeña.- Dijo mirándola con afecto.
-Madre- Dijo Gretel, seria.
-Dime Gretel.
-Te la dejo a tí, ya sabes que yo...no podría después de lo de Grace y Blake.
-Lo sé, a mí también me cuesta Gretel, eran mis hijos, tu eres lo único que me queda a parte de la niña, y aún así no quieres estar aquí.
-Madre...es muy difícil, y sería muy difícil vivir aquí, donde Blake...
-Lo sé, lo sé, no digas nada más, por favor.
-Me quedaré a comer, luego me iré, Frank quiere que esté allí por la tarde.
-Oh Gretel! Ese bastardo? No se como tu padre dejó que te casaras con él, no te trata bien.
-Madre, no consiento que hables así de él.
-A caso es mentira?
-No...pero madre es difícil, qué voy a hacer si no? Suicidarme?
-Vamos, vamos Gretel, no salgas de tus casillas, eso nunca hija mía, eso nunca.
- A veces pienso que fue este paisaje, madre.
-Yo he vivido aquí gran parte de mi vida y este paisaje no me ha hecho nada.
-Grace se tuvo que ir.
-Grace no estaba bien.
-Y Blake? Tampoco estaba bien verdad?
-Por que acusas a un simple paisaje de la muerte de tus hermanos?
-Quieres que te culpe a tí madre? O al simple de mi padre.
-Está bien, Gretel, está bien...-En aquel momento Eleanor picó a la puerta:
-Abuela, puedo entrar? Disculpadme, pero quería...-Dijo la pequeña avergonzada.
-Oh! Que traes ahí? No me digas que me traes un regalo.
-Sí...lo compramos la tía Gretel y yo en Londres.
-Vamos, vamos acércate, aquí al ladito del fuego que lo abriremos.- Dijo Charlotte dirjiéndose al fuego a tierra.
-Yo iré a dar una vuelta por la casa, madre-Añadió Gretel.
-De acuerdo.
Eleanor recorrió con su dedo aquellos sofás de terciopelo.
-Son bonitos, verdad? Te gusta el terciopelo Eleanor?-Preguntó Charlotte.
-Mucho abuelita-Sonrió ella.
-Vamos a ver que tenemos aquí.-Dijo con el regalo entre las manos, lo abrió cuidadosamente.- Oh! Eleanor es una caja de musica preciosa, y esta melodía.- Se detuvo el tiempo para Charlotte ante aquella melodía, un par de lágrimas le cayeron.
-Estás bien abuela?
-Si mi vida, la escojiste tu?
-Si! Me pareció una musica muy bonita y como la tía Gretel me contó como era este paisaje, pues pensé que era la musica que más se le adecuaba.
-Eres una niña muy inteligente, como tu madre. Sabes? Acertaste Eleanor, esta melodía es la más bonita que jamás he oído.-Eleanor sonrió, y se abrazaron de nuevo.
-Porque lloras abuela?
-Porque tu tío Blake y yo teníamos una cajita de musica con esta misma melodía.
- Y donde está ahora la caja, abuelita?
-No lo sé... se perdió.-Después de una larga pausa Eleanor miró a su abuela atentamente, con una sonrisa repentina y le dijo:
-Pero ahora tienes esta, y puede ser nuestra, no?-Charlotte rió.
-Sí, claro que sí pequeña.


Unas semanas después Eleanor acariciaba de nuevo el terciopelo, ésta vez de aquella peculiar habitación del piso de arriba cuyas paredes y sofás eran todos de terciopelo y carecía de ventanas, la abuela Silver le llamaba la habitación de pensar, y Eleanor pasaba allí largas horas, leyendo o simplemente acariciando las paredes.
-Eleanor.- dijo seria Charlotte.-Ven aquí inmediatamente, tenemos que hablar.- Eleanor salió de la habitacióm, seria y bajó aquellas largas escaleras.
-Dime abuela, ¿abuela?
-Está en la sala de invitados señorita-Dijo educada Melinda.
A Eleanor se le hacía eterno el pasillo hacia la sala de invitados, sus zapatitos resonaban de nuevo.
-Adelante Eleanor Grace.-Dijo estridente Charlotte.
-¿Hice algo mal abuela?
-No.-Se giró con lágrimas en los ojos.- Nos hemos quedado solas, Eleanor.
-¿Solas abuela? Ya estábamos solas en esta casa...
-Tu tía Gretel ha muerto.- Eleanor al ser tan pequeña no comprendía el dolor que tenía su abuela, lloró, lloró porque entendía que nunca volvería, así como lo hicieron sus padres, pero no lograba entender la inmensa pena de la abuela Silver.
-Melinda! Prepara a Eleanor Grace con el vestido de luto, bajaremos a la ciudad al entierro de mi hija, de prisa.- Ordenaba Charlotte.- Tras haberse puesto aquel horrible traje negro, Eleanor esperaba a su abuela en el piso de abajo, subida al primer escalón de la escalera, con una mano en la baranda y mirando hacia arriba con impaciencia.
-Vamos, vamos, no hay que perder un segundo.-Decía bajando Charlotte.- Señor Parker ayúdenos a subir al carruaje, vaya de prisa por favor.
-Sí, señora-Decía Parker obediente.
Eleanor miraba hacia la mar picada, se retorcía entre los brazos de su abuela, debido al frío, hacía la misma niebla que cuando llegó a aquella casa con su tía, le entristecía, le parecía realmente penoso encontrarse allí, sin nadie más que su abuela.
- Este paisaje no me gusta abuela, Gretel me dijo que era muy bonito, pero a mí me da pena.
-Pena de que mi vida?
-De pena, tengo ganas de llorar.
-Es por lo de tu tía no te asustes.-Dijo Charlotte abrazándola.El entierro fue de lo más común, incluso con la intervención de la fría lluvia inglesa.


-Mi cajita!- Gritó Eleanor, se despertó sudando en una noche de tormenta de verano, encendió la vela y buscó desesperada su caja musical, le dió cuerda y se quedó en la cama escuchando aquella melodía.
-Eleanor! Estás bien?- Preguntó Charlotte entrando en la habitación- Te oí gritar.
- Sí, sí, tuve una pesadilla abuela.
-Tranquila pequeña, vamos ven aquí, quiero oir esta musiquita contigo.- Se acurrucaron las dos en la cama.
-Abuela...recuerdas a la tía Gretel?-Preguntó Eleanor.
-Sí, claro que sí.-Hubo una gran pausa.
-Hace ya dos años que...
-Sí...sí.-La cortó Charlotte antes de que dijera nada más.
-Esta cajita de música la compré con ella.
-Lo sé.
-Abuela, nunca te lo he preguntado, pero...como murió?
-Ay! Mi niña, porque quieres saber eso tu?
-Porque no lo sé.-Dijo Eleanor sonriendo, Charlotte rió.
- No te lo quise decir, y no creo que sea tampoco el mejor momento.
-Por que no? Va anda abuela, dímelo.
-Aún eres pequeña.
-No abuela, seguro que lo entenderé, además ya voy a cumplir 10 años.
-Esta bién...recuerdas a Frank?
-Sí.
-Pues él era muy malo con ella, le pegaba, hasta que se le fue la mano y la mató.- Eleanor miró al frente, pensando, Charlotte la miraba.-Pero tu tranquila, eso ya pasó.
-No pasó abuela.-La caja dejó de sonar.
-Porqué no iba a pasar?
-No lo sé, pero sé que aún no ha terminado.
-Anda, vuélvete a dormir.
-No puedo, abuela.
-Ves como no debería habértelo dicho?-Hubo otra pausa.-Quieres que me quede aquí contigo?
-Sí, porfavor.
La mañana llegó con un fuerte rayo de sol traspasando las cortinas de aquella gran habitación, Eleanor se despertó sola, de nuevo. Con el camisón puesto, bajó las largas escaleras, cruzó el recibidor y salió al jardín, era una mañana muy soleada y fuera de lo común en aquellos prados de Inglaterra norte. La pequeña Eleanor recorrió los jardines acariciando aquellas rosas amarillas. Se paró en seco, un ruido entre las rosas, un aleteo. Miró bien entre las rosas y apartándolas se pinchó. El ruido no paró, pero se transformó, unos pasos sonaban muy cerca suyo.
-Hola?-Preguntó una voz detrás de ella, Eleanor se asustó.
-Quien eres?
-Me llamo Ilan.-Era un niño castaño, ojos claros, con la cara sucia y llena de pecas.
-Yo Eleanor Grace.
-Ya lo sabía.
-Como lo sabías?
-Pues porque te conozco.
-De qué?-Dijo sorprendida Eleanor.
-Crees en las hadas?
-Primero responde a mi pregunta, te lo ordeno.
-Niña, no soy tu criado, si no quiero, no contesto.
-No contestaré hasta que tu no contestes.
-De acuerdo, te conozco porque vivo aquí al lado, y sé que en esta mansión hace un par de años que llegó una niña llamada Eleanor Grace.
- Ah, pues sí, esa soy yo.
-Ahora respóndeme tu, crees en las hadas o no?-Eleanor rió.
-Claro que no, mi abuela dice que son cuentos chinos.
-No crees? Eres tonta.
-Oye niño pobre, a mí no me insultes que pronto te envío a matar yo.
-Matarías a alguien?
-No, era un decir- Dijo avergonzada Eleanor.
-Pues no digas tantos decires princesita, pareces tu la maleducada.
-Discúlpame.
-Disculpada.
- Y donde dices que has visto tu una hada, Ilan? Porque yo nunca he visto ninguna.
-Quieres verla?
-Si es una broma, no.
-Quieres verla o no, Eleanor Grace.
-Sí.-Dijo seria la pequeña.
-Pues acompáñame.
Se adentraron en el bosque, caminaron hasta cruzarlo, llegaron al pueblo y de allí se dirigieron a la zona baja. La gente los miraba con cara de extrañados.
-Oye Ilan, se me olvidó vestirme.
-Da igual, no creo que te diga nada Ilka.
-Quién es Ilka?
-La hada.
-Ah, a mi no me importa Ilka, me importa la gente, que me mira.
-Te miran porque saben quién eres y porque vas conmigo, solo eso.- De repente se paró en seco- Y oye, Eleanor, la gente no te tiene que importar.
-Pero mi abuela dice...-Ilan la cortó.
-Mi madre dice que la gente te tiene que importar un pimiento.
-Porque eres pobre.
-Ser rico significa ser los demás? Tu no eres Eleanor, no? Eres la gente que te mira.- Eleanor calló.- Anda vamos, que nunca llegaremos a mi casa.
Se apartaron un poco del pueblo y subieron por un sendero, había una casa de madera.
-Ésta es!
-Aquí vives?
-Sí.
-Qué pequeña es.
-Ya...la tuya es muy grande. Vamos pasa.- Era una casa acogedora, llena de botes y que olía a incienso. En el fondo había una canastita, decorada con lazos.
-Ahí está Ilka.
-En la canastita? Yo pensaba que las hadas vivían en el bosque.
-Tu no decías que no creías en las hadas.
-Ya...pero en los cuentos es así.
-Los cuentos, cuentos son. Te presento a Ilka- Dijo dando un fuerte paso hacia la canasta. Eleanor sorprendida se acercó con esmero, ‘Cómo debe ser?’Se preguntaba a sí misma. Pero su sorpresa fue aún más grande cuando vió aquel trocito de carne blanca i rubia en la canasta.
-Pero si es un bebé-Dijo con mirada irónica a Ilan.
-Sí es mi hermana Ilka i es una hada.
-Pero qué hada, si no tiene alas, ni vestido, ni nada de nada, esto no es una hada, me has engañado!- Exclamó Eleanor enfadada.
-No te enfades, niña de los cabellos dorados, mira...- Ilan cojió a la pequeña Ilka y le dió la vuelta. Ilka tenía dos marcas en la espalda, tales como si fueran dos alas cortadas a ran de piel.-Estas son sus alas, Eleanor.- Eleanor sorprendida, no sabía que decir.
-Seguro?
-Claro, por la noche oigo los aleteos.- Dijo Ilan satisfecho.
-Ilan!- Un mujer entró en la choza.- Cuantas veces te he dicho que no digas esas estupideces!- Tenía el rostro rojo, la voz gastada i el pelo despeinado.